Mary Somerville

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Artículo original: https://zientzia.eus/artikuluak/mary-somerville-zientzia-dibulgazioaren-dama/ 

Experimento realizado en honor a esta mujer aquí

 

Mary Somerville, la dama de la divulgación científica

Los padres no entendían la pasión que sentía su hija por las matemáticas. Y temían que tantas horas de estudio le acarrearan problemas de salud. Sin embargo, Mary era obstinada, y siguió estudiando por su cuenta hasta convertirse en una de las mayores expertas de la época en matemáticas y astronomía.

Mary Fairfax nació en Escocia en 1780. Apenas recibió educación. Sus hermanos sí recibieron una buena educación, pero los padres no veían necesario que sus hijas estudiaran. A los diez años, la enviaron al colegio durante un año, para que aprendiera a leer y escribir. No fue una experiencia agradable para Mary. Según escribiría más adelante, al dejar la escuela se sintió «como un animal salvaje escapado de la jaula».

En casa, se puso a leer todos los libros que encontraba. Sus familiares no veían con buenos ojos aquella inclinación que Mary tenía por los libros, excepto el Tío Thomas. Una vez, cuando Mary fue a casa de su tío, le contó que estaba intentando aprender latín por su cuenta, y su tío le contestó que él la ayudaría. Empezaron a leer juntos en latín todas las mañanas, antes del desayuno.

Para que aprendiera algo apropiado para una muchacha, la mandaron a aprender costura. Y, después, a aprender piano y pintura. A los trece años, escuchó al profesor de pintura decir a otro alumno que la obra Elementos de Euclides era fundamental para entender la perspectiva, así como la astronomía y otras ciencias. A Mary le picó la curiosidad. El tutor de su hermano menor le consiguió aquel libro y, más adelante, le proporcionó varios textos sobre álgebra. Mientras desempeñaba el papel de una muchacha de su época, siguió estudiando en secreto.

En 1804, a la edad de veinticuatro años, contrajo matrimonio. Y su marido tampoco la ayudó. «Aunque no me prohibiera estudiar, no lo veía con buenos ojos; tenía bastante mala opinión sobre la capacidad de las mujeres y no tenía ningún conocimiento ni interés en temas científicos». De todas maneras, aquella situación no duró mucho, dado que su marido murió a los tres años.

Para entonces tenía dos hijos, pero se dio cuenta de que tenía tiempo suficiente para volver a estudiar. Además, la herencia que le dejó su marido le facilitaba esa labor. Por primera vez en su vida, se sentía completamente libre para hacer lo que deseaba. «Estudié la trigonometría plana y esférica, las secciones cónicas y la Astronomía de Fergusson. También intenté leer la obra Principia de Newton. Me pareció tremendamente difícil y no la entendí realmente hasta que, al cabo de un tiempo, empecé a leer con frecuencia ese maravilloso trabajo».

En 1812 volvió a casarse con su primo William Somerville, hijo del tío Thomas. Se fueron a vivir a Londres, y Mary contó con el apoyo absoluto de su marido para dedicarse a los estudios y a la investigación. William era cirujano y fue nombrado miembro de la Royal Society. Dado que las mujeres no tenían permitido el acceso, en la biblioteca de la sociedad copiaba a mano artículos de interés para su mujer.

Se hicieron amigos de los científicos más distinguidos de la época: George Airy, Caroline y William Herschel, John Herschel, George Peacock, Charles Babbage, etc. Y en 1817, durante una estancia en París, conocieron también a Laplace, Poisson, Poinsot y a otros muchos.

Todos quedaban fascinados ante la sabiduría y el talento de Mary. Laplace le dijo lo siguiente: «Solo tres mujeres me han comprendido: Usted, Mrs. Somerville, Caroline Herschel y una tal Mrs Greig de la que no sé nada más». La tercera también era Somerville, pero con el apellido del primer marido.

Mary Somerville publicó su primer artículo en 1826: «The Magnetic Properties of the Violet Rays of the Solar Spectrum». Y tras él, publicó otro par. Aquellos trabajos fueron publicados por la Royal Society. Eran los primeros artículos firmados por una mujer, lo que causó gran revuelo.

Al año siguiente le pidieron que tradujera al inglés la obra Mécanique Céleste de Laplace. Aceptó el reto; en 1931 se haría público Mechanism of the Heavens. Somerville no se limitó a hacer una simple traducción; interpretó el trabajo de Laplace, con un lenguaje claro y explicaciones concisas. Escribió un magnífico trabajo de divulgación; el éxito fue enorme.

Tres años después escribió su segundo libro: The connection of the physical sciences. Ese libro también tuvo un gran éxito. En su sexta edición (1842), defendió una hipótesis que por aquel entonces estaba en boca de muchos científicos: Que las irregularidades de la órbita de Urano podrían ser causadas por otro planeta desconocido. Y propuso que era posible calcular la posición y la masa de aquel planeta desconocido a partir de los defectos de la órbita de Urano. El francés Le Verrier y el inglés Adams realizaron esos cálculos por separado, y casi de manera simultánea. Más adelante, Adams le contaría a Somerville que realizó aquellos cálculos en base a lo que había leído en su libro. En 1846 el alemán Galle descubrió Neptuno siguiendo los cálculos de Le Verrier.

En 1835 Somerville fue nombrado miembro de la Royal Astronomical Society, junto con Caroline Herschel; fueron las primeras mujeres en recibir aquel título honorífico. El rey de Inglaterra le asignó una pensión; también recibió los honores de otras instituciones.

En 1838, debido a la salud de su marido, se trasladaron a Italia. Allí publicó varias obras, la más importante en 1848, a la edad de 69 años: Physical Geography. En los siguientes 50 años aquel libro se utilizaría en todas las escuelas y universidades.

Somerville publicó su último libro Molecular and Microscopic Science en 1869, a la edad de 89 años. Murió tres años después, poco después de escribir lo siguiente: «Tengo 92 años; estoy totalmente sorda y me falla la memoria para los asuntos cotidianos, especialmente, para recordar nombres de personas, pero no para los temas matemáticos y científicos. Todavía soy capaz de leer libros de álgebra superior durante cuatro o cinco horas por la mañana, y también de resolver problemas. A veces me resultan difíciles, pero mi obstinación sigue intacta y si no consigo resolverlos un día lo vuelvo a intentar el siguiente». 

 

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