- Nettie Stevens
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Artículo original: https://zientzia.eus/artikuluak/nettie-stevens-kromosomak-eta-sexua/
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Nettie Stevens: Cromosomas y sexo
«He estado trabajando en la investigación durante cuatro años, y si no fuera por cuestiones económicas, preferiría seguir en ello antes que dedicarme a la docencia. Sin embargo, solo cuento con mis recursos para vivir, y ya casi he gastado todo lo que ahorré hace siete años al trabajar como profesora, antes de empezar a cursar estudios universitarios», escribió. «Quisiera poder dedicar mi tiempo a la investigación, sin tener que preocuparme de cuestiones económicas». Envió la carta al Instituto Carnegie, solicitando una beca para seguir investigando. Fue duro llegar hasta donde llegó, y no quería que su sueño acabara ahí. Era julio de 1903. Nettie Stevens acababa de doctorarse, a los 42 años.
Desde niña fue una excelente estudiante. Pero, tras graduarse, carecía de recursos para cursar estudios universitarios, y tuvo que empezar a trabajar. Durante trece años trabajó como profesora y bibliotecaria. Sin embargo, no dejó atrás su sueño: ser investigadora. En 1896, tan pronto como consiguió ahorrar lo suficiente, se matriculó en la Universidad de Stanford, a los 35 años.
Se licenció y doctoró con excelencia. Su tutor Thomas Hunt Morgan vio claramente el talento que tenía. En noviembre de 1903, cuando Stevens intentó por segunda vez solicitar aquella beca de investigación, Morgan escribió lo siguiente en su carta de recomendación: «Quiero apoyar con toda mi fuerza la solicitud de la señora Stevens. De entre todos los alumnos que he tenido en los últimos doce años, no he conocido a nadie con mayor capacidad para la investigación. Además de estar bien formada, posee un talento natural, lo cual, a mi juicio, es mucho más difícil de encontrar».
Consiguió esa beca. A partir de entonces, podría seguir investigando con todo su empeño; aunque no por muchos años. Desgraciadamente, la carrera investigadora de Stevens no iba a durar mucho, pues falleció en 1912, víctima de un cáncer de mama, a los 51 años.
Tuvo pocos años para dedicarse a la investigación; sin embargo, sacó buen provecho de ese tiempo. Trabajó mucho, e hizo importantes aportaciones. Además, profundizó en un campo que en esa época estaba en el candelero: los cromosomas y la importancia que esas estructuras podían tener en la herencia. La teoría de la herencia de Mendel empezaba a extenderse en aquellos años (a partir de 1900), y Boveri y Sutton acababan de formular la hipótesis de que los cromosomas eran los portadores de los factores hereditarios de Mendel (1902).
Por aquel entonces, la mayoría de los expertos no aceptaban esa hipótesis. Incluso Morgan, el tutor de Stevens, se oponía a esa hipótesis, y escribió un par de artículos en contra de esa conexión entre el mendelismo y los cromosomas. Stevens le demostraría que se equivocaba.
Descubrió que los escarabajos Tenebrio molitor presentaban dos tipos de espermatozoides: unos tenían los diez cromosomas del mismo tamaño, mientras que otros mostraban nueve cromosomas de igual tamaño y un cromosoma mucho más pequeño. En el caso de los óvulos, sin embargo, todos presentaban diez cromosomas iguales. También estudió el resto de las células (células somáticas) de los escarabajos; de esa forma, observó que las hembras tenían diez pares de cromosomas del mismo tamaño, mientras que los machos presentaban un cromosoma de menor tamaño en uno de los pares de cromosomas.
Stevens concluyó que esa diferencia entre cromosomas determinaba el sexo: si el óvulo era fecundado por un espermatozoide portador de un cromosoma pequeño, el descendiente sería macho; y si en la fecundación intervenía un espermatozoide que contenía cromosomas de igual tamaño, el descendiente sería hembra.
Casi simultáneamente, otro par de investigadores hicieron descubrimientos similares. Por ejemplo, C.E. McClung había observado previamente en otros insectos la existencia de diferencias cromosómicas en los espermatozoides, aunque en aquel lo que cambiaba era el número de cromosomas (algunos presentaban un cromosoma más). E. B. Wilson, por su parte, observó en el hemíptero Anasa tristis lo mismo que Stevens había visto en sus escarabajos. Ese descubrimiento se produjo en el mismo año. Ahora bien, McClung y Wilson no fueron capaces de explicar de forma acertada sus observaciones, no al menos hasta conocer el trabajo de Stevens. Y aunque a menudo se atribuye el descubrimiento a Wilson, éste reconoció abiertamente que llegó a comprender la función de los cromosomas sexuales gracias al trabajo de Stevens.
Morgan, por su parte, siguió siendo escéptico. Como a la mayoría de los expertos de la época, a Morgan le parecía imposible que los cromosomas determinaran la herencia. Sin embargo, años más tarde sería el propio Morgan quien demostrara la herencia ligada al sexo y, por lo tanto, la determinación genética del sexo. Lo hizo a través de unos famosos experimentos relacionados con el color de ojos de las moscas del género Drosophila. En 1933 ganó el Premio Nobel por aquel trabajo.
Stevens siguió trabajando duramente. Estudió otras 59 especies de insectos, y descubrió que en algunos de ellos, tal y como había observado McClung, el factor que determina su sexo es el número de cromosomas, es decir, el hecho de tener un cromosoma más o uno menos (XX/X0), mientras que en otros la clave está en los cromosomas de distinto tamaño (XX/XY).
A pesar de su corta trayectoria en la investigación, Stevens llegó a publicar 41 artículos. Y además de su aportación a la ciencia, también contribuyó en otros aspectos. En los artículos de Stevens las reseñas de las mujeres investigadoras son mucho más frecuentes de lo que se acostumbraba en aquella época. Stevens quiso dejar claro que había más mujeres investigadoras, y que estaban realizando un gran trabajo.