- Marie Tharp

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Artículo original: https://zientzia.eus/artikuluak/marie-tharp-itsas-hondoa-argitara/ 

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Marie Tharp: arrojando luz sobre el fondo marino

La papelera pateada atravesó la habitación de lado a lado. «¡Esto es basura, Marie, basura!», le gritó Bruce. Cogió la goma de borrar, lamió su punta y, salvajemente, borró gran parte del mapa que había sobre la mesa. «Bruce, ¿cómo puedes hacer eso?», le decía Marie, consternada al ver cómo desaparecía el trabajo de tres semanas.

Marie Tharp comenzó a trabajar en 1948 en el Laboratorio de Geología de la Universidad de Columbia. Era graduada en Matemáticas y tenía un máster en Geología, pero no la contrataron para las labores de investigación sino como auxiliar técnica. Su trabajo consistía en realizar cálculos, gráficas, etc. con los datos de los investigadores. Con los datos, por ejemplo, del investigador Bruce Heezen.

Un día del año 1952, Heezen le trajo unos datos obtenidos en el mar mediante sonares. «Aquí tienes. Haz algo con esto». Eran datos obtenidos por algunos barcos que habían cruzado el Atlántico, datos de profundidad correspondientes a seis rutas. Tharp dibujó los perfiles de aquellas rutas. Más tarde, a medida que obtenía más datos, Tharp pensó que en lugar de hacer simples perfiles bidimensionales podría empezar a representar el paisaje del fondo marino. Quería representar los montes, los valles, las pendientes y las llanuras ocultas bajo el mar.

Así, punto por punto, Tharp comenzó a elaborar el mapa del fondo del Atlántico. En seguida apareció en el mapa la dorsal mesoatlántica, ya entonces conocida. Pero fue otra cosa lo que llamó la atención de Tharp: en sus dibujos se veía claramente que había una grieta a lo largo de toda la cordillera, una especie de valle.

A Hezeen no le gustó nada aquel descubrimiento. «¡Cuentos de mujer!», soltó. «Es imposible. ¡Eso huele demasiado a deriva continental!». Así era, Tharp acababa de descubrir el rift del Atlántico, es decir, la zona donde se forma nueva corteza terrestre. Y ese era un problema tan grande como el descubrimiento, puesto que en aquella época la teoría de que los continentes se movían era pura herejía científica. Como diría posteriormente el propio Tharp, «en los años cincuenta un científico podía ser despedido por ser proderiva.

Tharpe lo tenía claro, pero Heezen no quería verlo. Y de ahí vinieron los enfados. Heezen le ordenó que borrara el mapa y que lo volviera a hacer. Discutieron casi sobre cada punto del mapa. Pero el rift volvió a aparecer en el mismo lugar. Es más, Tharp comparó los epicentros de los maremotos con el mapa: se alineaban totalmente con el rift. El rift era real, y allí había una gran actividad geológica.

Al final, Heezen la creyó. En 1957 publicaron el primer mapa, el mapa del Atlántico Norte. «¡Has sacudido los fundamentos de la geología, joven!», le dijo un prestigioso geólogo a Heezen cuando presentó el trabajo. Pero la mayoría eran escépticos. Jacques Cousteau, por ejemplo. En 1959, tomó el mapa de Tharp y fue a rodar el lugar donde, según ese mapa, se encontraba el rift. Quería demostrar que Tharp y Heezen estaban equivocados. Cuando vio las imágenes filmadas, se quedó atónito; la dorsal mesoatlántica se hallaba dividida en dos por un valle profundo, tal y como lo había dibujado Tharp.

Tharp y Heezen continuaron elaborando mapas durante los siguientes 20 años. Elaboraron el mapa del Océano Índico y luego el del Océano Pacífico. Y en ellos también encontraron cordilleras y, en medio de ellas, el rift. «La conclusión era clara — escribiría Tharp—; la cordillera y el rift central constituían una estructura continua en toda la superficie terrestre».

Gracias a aquellas imágenes tomadas por Cousteau en el Atlántico, la existencia del rift era incuestionable. Y a partir de ahí, tomando como referencia los mapas de Tharp, muchos investigadores comenzaron a investigar el rift. El descubrimiento de Tharp suscitó un encendido debate en torno a la tectónica de placas. En medio de ese debate, a Tharp y Heezen no les faltaban enemigos. El mayor de ellos lo tenían en casa; el director del laboratorio, Maurice Ewing. Ewing Hizo todo lo posible para sabotear el proyecto de los mapas. Les denegó el acceso a datos importantes, arrojó sus archivos... intentó despedir a Heezen, y no lo consiguió. Pero a Tharp sí la despidió.

No se rindieron. Tharp continuó elaborando mapas en su casa. Poco a poco, los mapas ocuparon casi toda la casa. También acudían allí los discípulos de Heezen. Y el mismo Hezeen vivía prácticamente allí. Aunque antes eran como el perro y el gato, ahora, Tharp y Heezen estaban muy unidos.

Comenzaron a colaborar con el pintor austriaco Heinrich Berann, padre de los mapas panorámicos modernos, y en 1977 publicaron el tan conocido mapa mundial del fondo marino. Gracias a aquel mapa, todo el mundo podía ver cómo era el fondo del mar, lo que veríamos si quitáramos toda el agua del mar.

Heezen murió en el mar, de un ataque al corazón, meses antes de que se publicara el mapa. Llevaba consigo las primeras pruebas de impresión del mapa.

En 1997, la Biblioteca del Congreso de EEUU reconoció a Tharp como una de los cuatro grandes cartógrafos del siglo XX, y exhibieron su trabajo en una exposición. Tharp no pudo contener las lágrimas cuando, en aquella exposición, vio uno de sus mapas junto al borrador original de la proclamación de la independencia y algunos documentos de la expedición de Lewis y Clark. Sabía que se lo había ganado. «Encontrar que la dorsal mesooceánica y el rift atraviesan el mundo entero, en 40.000 millas, es algo importante», escribió. «No se puede encontrar nada más grande, al menos no en este planeta».

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